Ojos café chocolate

Por: Andrea Govea Briones

El hecho de que nos tocara vivir juntos a lo largo del viaje hacía el trayecto mucho más llevadero. Mientras miraba por la ventana de mi recamara y dejaba entrar la ya usual cegadora luz blanca del exterior, Charlie se preparaba para ir a la Fábrica. Otro día más de monótonas rutinas. Charlie y yo nos conocíamos desde que éramos niños, pero nunca hubo nada romántico entre nosotros, sólo éramos buenos amigos. El mayor consuelo de ambos era que mínimo no tendríamos que enfrentarnos a momentos incómodos con un desconocido. Era el año de 2056, muchas cosas habían pasado en los últimos años, entre ellas, la pérdida de diversas metrópolis a causa de la sobrepoblación, la escasez de alimentos llevó a la guerra y entre ésta y el hambre diezmaron a la población. Después de un tiempo, distintos gobiernos comenzaron a reclutar jóvenes en desarrollo de ingeniería para reconstruir ciudades santuario que albergaran a las nuevas generaciones. Todo cambió cuando después de 2030 ya no hubo nuevas generaciones. Nuestros amigos no habían tenido tanta suerte. Mis amigas se quejaban constantemente de sus vidas. A una la maltrataba su pareja y otra lloraba porque la habían separado de su novio. No sé en qué haya consistido que Charlie y yo estemos juntos pero la verdad, no me quejo.

Todos los días, Charlie debía ir a la Fábrica donde supervisaba que los robots cumplieran con sus labores. Todos los hombres debían cumplir con un rol en la Fábrica y las mujeres debemos atender las necesidades sociales del Túnel, el lugar donde vivimos. El Túnel era un domo que albergaba a 100 parejas de jóvenes de entre 20 a 30 años como proyecto para abastecer de mano de obra al mundo. Cada pareja vivía en una casa genérica de dos pisos con fachada blanca y naranja y las hileras de casas se extendían varios kilómetros.

Mi padre, un liberal de su tiempo y ex trabajador del Consulado, dijo que la idea de MARS en Nueva Gales del Sur era moldear a Australia a modo de un Estados Unidos de la década de los 50 con una visión futurista. Mi padre se había manifestado a favor de la igualdad de derechos para las mujeres porque sabía que quería un mundo justo para mis hermanas y yo. ¡Cómo extraño a mi familia!

—Helga, ¿quieres salir a pasear hoy después de la Hora? —Charlie me sacó de mis pensamientos. La Hora era el momento del día en que se terminaban las labores y teníamos tiempo de ocio.  —Podemos salir a cenar a Filadelfia.

Volteé a ver la cara de tristeza que usaba el chico de largos rizos cafés y ojos chocolate con el que vivía. Sabía que no podía decirle que no. Recuerdo que no tenía ganas de salir y que sólo lo hice porque había escuchado que la Fábrica lo tenía agobiado. Dudaba de cómo íbamos a pagar una salida al Filadelfia, el restaurante más costoso del Túnel, pero no tenía el valor de arruinarle la noche con mis preocupaciones. Siempre que le decía que sí, se veía muy feliz y esa felicidad se contagiaba. Habíamos optado en ceder a lo que el otro quisiera, siempre que eso fuera bueno para los dos, de manera que pudiéramos convivir mejor. Recuerdo que sólo me abrazó y se fue muy contento a cumplir sus 6 horas en la Fábrica.

Me dirigí, como todas las mañanas, al Centro. Como su nombre lo dice, el Centro era el lugar en que todas las mujeres se reunían para realizar cambios sociales. Resultaba muy tedioso sentarme por más de cinco horas escuchando cómo es que debíamos reconfigurar la Matriz, la computadora que generaba todo lo que teníamos en el Túnel, desde el artificial color del cielo hasta purificar el aire que respirábamos. Pero las mujeres sólo querían cambiar el color de las casas y quitaban y ponían plantas a su elección. Charlie me contó que, en los 15 meses que llevaba andando el Proyecto Génesis, había logrado un puesto importante en la Fábrica que le permitía saber que la Matriz era una súper computadora que tenía la posibilidad de crear vida unicelular limitada. ¡Podíamos ayudar a salvar el mundo! En lugar de eso teníamos que limitarnos a trabajar de 10 a 4 y vivir para intentar crear vida.

Lo novedoso de ese día fue que al llegar al Centro fue que en la pizarra que se encontraba en el centro de la pared antes de llegar a la puerta principal el nombre de la pareja de la Casa 9-01 en color rojo. Las mujeres teníamos que colocar nuestra firma biométrica a manera de asistencia al Centro y si alguna faltaba a alguna reunión se esperaban graves consecuencias para la pareja; lo mismo sucedía con los hombres al llegar a la Fábrica. El nombre de la pareja, que honestamente no conocía, venía acompañado de la palabra “BUSCADOS” escrito en mayúsculas. Dentro del edificio se oía mucho bullicio, algo demasiado extraño comparado con la actitud refinada y esnob que las mujeres usualmente tenían.   

—¡Han fracasado en darles lo que quieren! —gritaba histérica una mujer que no había visto antes, de todos modos, nunca prestaba atención, —¡¿Se dan cuenta de que nosotras seremos las siguientes?!

—¿No crees que estás exagerando? —la interrumpió otra— Puede que sólo se hayan enfermado.

A medida que me acercaba a mi asiento designado veía la situación de pánico en la que se encontraban algunas. En especial la mujer gritona. Al parecer la mujer de la Casa 9-01 era su amiga.

—En realidad no sabemos qué es lo que les haya pasado. Lo que afirma Carla puede ser cierto —habló Greta, la líder del Centro y quien antes de nuestra vida en el Túnel pertenecía a la Alta Esfera de Nueva Gales del Sur—. Aunque no debemos dejar que nuestras mentes nos traicionen.

—Entonces, ¿cómo sugieres que tomemos la noticia? —habló una de las amigas de Greta. — ¿Quieres que una a una vayamos desapareciendo?

—¿Y qué con el bloque negro al final de la hilera 01? —habló otra. —¿Qué si vienen por nosotras y se acabó el Proyecto? —El hecho de que se comenzara a hablar de otros temas que no tenían que ver con banalidades y comodidades de la vida en el Túnel hizo que por un momento les prestara atención, pero todo cambió con el siguiente comentario. — No podría vivir allá afuera. Moriríamos.

Y era cierto que moriríamos en la toxicidad del ambiente fuera del Túnel, pero no creía que fueran tan banales como para ponerse a pensar en su vida de lujos cuando probablemente muchas personas morían a cada minuto. Como Greta tenía que cumplir con sus roles, así como las demás mujeres en el Centro continuaron con sus labores habituales y yo con las mías. Descartando sus argumentos como simple cotilleo, tomé mi tableta inteligente que usaba para dibujar en las reuniones e intenté salir de ahí justo cuando Greta se dirigió hacia mí.

—Helga, ¿crees que puedas convencer a Charles? —La seriedad con la que habló, así como la mención del nombre de mi pareja, fue lo que me regresó a la Tierra. No fue sorpresa para nadie que Greta estuviera interesada en Charlie. Si el interés de la rubia era correspondido ninguno de los dos podía hacer nada al respecto porque decían que ello podría expulsarlos del programa. Y si Charlie y Greta eran expulsados, Daniel y yo sufríamos el mismo destino. El objetivo del Proyecto Génesis era comprobar que se podía regresar a este tipo de base social.

—¿Convencerlo de qué? —pregunté nerviosa.

—De decirnos lo que necesitamos para que nos dejen quedarnos aquí para siempre —murmuró nerviosamente—. Debe haber alguna forma en que vivamos aquí por siempre.

Sabía que Charlie tenía acceso a información importante y que pedirle que me contara sobre lo que sabía no sería problema, pero ¿arriesgarme a ponernos en riesgo de que se supiera que él contaba los secretos que se le confiaban? ¡No le haría eso! Lo único que pude hacer fue asentir y alejarme. Fue una lucha de ojos verdes contra ojos miel. La determinación de Greta por mantener su estilo de vida era tal que no le importaban las intenciones del programa. Estaba segura de que personas como ella habían llevado la Tierra a su ruina. El camino a la casa fue lento a pesar de que tenía que caminar un buen tramo para llegar. Sentía que a medida que avanzaba menos reconocía el lugar en que vivía. Pude darme cuenta de que la gente que vivía cerca se comportaba cada vez de manera más extraña y que en definitiva no había puesto atención a lo que me rodeaba. En efecto, había una gran masa negra que flotaba al final de una de las calles. Tenía muchas dudas sobre lo que debía hacer.

Al llegar a casa me encontré con que Charlie ya había llegado. Podía asegurar que se había duchado y que hasta perfume traía. Lucía muy bien. Me sorprendió la actitud con la que estaba tomando todos los eventos extraordinarios que sucedían en el Túnel, pero lo ignoré porque era probable que su trabajo en la Fábrica le impidiera notarlos.

Fui a nuestra alcoba a arreglarme para la cena. Nunca fui una persona que sufriera de paranoias, sin embargo, sospechaba que no todo lo que nos han dicho sobre el proyecto fuera real. Caminamos tranquilamente hacia el local. Charlie se mostraba cada vez más emocionado por alguna extraña razón. Hablaba y hablaba, pero yo no podía concentrarme mucho en lo que decía. El nuevo puesto de Charlie en la Fábrica le permitía tener un estilo de vida un poco mejor que a los demás residentes. Al parecer había pedido con anticipación nuestra comida. Al llegar al lugar ya nos esperaba una mesa lejos de los demás comensales y cerca de un gran ventanal que dejaba ver una simulación de lo que era el cielo nocturno, proyectado en los límites del Túnel. Nos envolvimos en plática casual hasta que llegó un momento en el que parecía que las luces del lugar comenzaron a parpadear. A los demás comensales no les perturbó ni las luces fallando ni sentir que la tierra se movía. Las delgadas patas de la mesa tintinearon sobre el piso, los cubiertos chocaron entre sí y estaba segura de que si no hubiera estado sentada habría caído al suelo.    

—Helga, tengo algo que decirte —Charlie me tomó la mano y me jaló hacia él. Su expresión ya no era feliz, sino que se veía preocupado. Aun estando sentado sacó algo de su saco y lo puso sobre la mano que todavía estaba unida con la suya—. Tienes que salir de aquí cuando te dé la señal. Aquí está todo lo que debes saber.

La pequeña caja que quedó en mi mano era suave al tacto y contenía un pendiente que colgaba de una cadena. Rápido me lo puse y dejé la caja sobre la mesa. Se comenzaron a escuchar ruidos extraños fuera del lugar seguido de gritos alarmantes. Las luces dejaron de funcionar y lo más pronto que pudimos salimos de ahí por la parte de atrás del local. Los ruidos y la falta de luz me hicieron difícil seguirle el ritmo a Charlie hasta que abruptamente se detuvo y sólo choqué con su espalda.

—No sé qué buscan, pero yo no lo tengo —aseguró Charlie con una gran determinación. La figura de Charlie me impedía ver con quién hablaba. Moví mi cabeza para poder ver que se trataba de tres siluetas oscuras. Sólo podía intuir que eran hombres, pero por qué nos atacaban fue un misterio.

De pronto, dos de ellos atacaron a Charlie tirándolo al suelo y acercándose a arrancarle el implante ocular que nos mantenía a todos los habitantes del Túnel conectados. El otro me tomó de los brazos impidiendo que ayudara a mi compañero. Cuando intenté defenderme, este solo me tiró al suelo como si no valiera nada y golpeé mi cabeza contra una roca. Todo parecía estar borroso. Vi cómo se alejaban de él después de un rato y con juntando coraje y valor me fui acercando. No pude verle la cara, pero no se encontraba frío y eso me reconfortó. Débilmente supliqué por ayuda que no llegó. Mis párpados cada vez se hicieron más pesados, tanto que no pude más y sucumbí a lo oscuro.

¿Alguna vez sentiste que te ahogabas cuando aprendiste a nadar y cada bocanada de aire que tomabas podía ser la última? Bueno, así desperté a la mañana siguiente, como si me faltara el aire. Bajo de mí ya no se encontraba el extrañamente natural zacate, sino que era mi cama. Vestía mi pijama y Charlie se encontraba dormido con un brazo sobre su cara como de costumbre. Me negaba a creer que todo lo que había pasado el día anterior lo había soñado. El dolor agudo que sentía en mi cabeza respaldaba mi historia. Incluso el hecho de que comenzaba a ver borroso en el ojo izquierdo indicaba que mi implante ocular estaba dañado por el golpe en la cabeza que había sufrido. Con pesadez, me levanté de la cama y me dirigí al lavabo. En el cuello, tenía un círculo más rosado que el resto de mi piel. Tenía las uñas rotas y uno de mis dedos colgaba inerte no respondiendo a mis órdenes. Al cambiarme de ropa noté más manchas rosas en el torso y los brazos. Definitivamente no había soñado nada. Todo había sido real. Fue entonces que decidí, con miedo, salir del baño para comprobar que Charlie se encontraba bien y para mi sorpresa, ya no estaba sonoramente dormido como lo estaba antes, sino que se encontraba listo para irse a la Fábrica. Sus rizos estaban bien ordenados y sus ojos un tanto decaídos. Se le veía cansado, pero eso no le quitaba una extraña sonrisa en el rostro. Con un beso en la mejilla y una despedida, salió de la casa, lo que tomé como una señal para alistarme para ir al Centro, no sin antes tomar una chaqueta verde pastel para cubrir mis próximamente morados brazos. El clima en el Túnel variaba de acuerdo con las necesidades del grupo o el gusto de los controladores de MARS, realmente nadie sabía.

Al llegar al Centro, vi el mismo cartel que había estado el día anterior en la pizarra. Las mujeres llegaron y comenzaron su charla rutinaria. Esta vez nadie mencionó nada acerca de la desaparición de la chica del 9-01, del movimiento telúrico de anoche o la falla de energía eléctrica. Sabía que esos no eran menesteres que les llamaran la atención o que siquiera tuvieran voz o voto; lo que sabía era que eran muy cotillas, pero ni eso las motivó a tocar los temas. Greta tampoco se acercó a mí al final de la sesión para preguntarme sobre mis avances con la investigación que me encargó y la verdad lo agradecí.

 Al pasar de los días seguí la misma rutina; ir al Centro y regresar a casa para ver a un Charlie más feliz de lo normal. Parecía que lo vivido esa noche fue solo un sueño. Aún no me sentía con la confianza de decirle lo que había pasado. Parecía que sus nuevas tareas en la Fábrica habían consumido todo su tiempo. Ya no me daba tiempo de poder admirar todo lo que sabía que estaba haciendo por mantenernos dentro del programa. Realmente nos necesitábamos. Cada mañana veía como las secuelas de los golpes de esa noche en lugar de mejorar sólo empeoraron tanto en color como en dolor. Era muy difícil mantener mis tareas en orden cuando me era imposible levantar los brazos más allá de la altura de mis hombros.

El gran cubo negro seguía ahí como siempre, luciendo amenazante. Lo que sí cambió era que había aparecido otro en el extremo opuesto del Túnel. Su existencia me intrigaba, pero no tanto como para meter a Charlie en problemas con mis preguntas. Después de todo, nuestro implante ocular era una manera en que controlaban el Proyecto.

En la pizarra del Centro dejó de haber carteles sobre desapariciones, pero no significa que hubieran parado. Me di cuenta de que las mujeres que habían estado alteradas el día del ataque no habían asistido a las reuniones de los días posteriores. Sin embargo, en la reunión siguiente las encontrabas como si nada hubiera pasado, incluso traían esa sonrisa sardónica que Charlie también había traído en los últimos días. De camino a casa, noté que a cada paso que daba los habitantes de la casa por la cual cruzaba dejaban lo que estaban haciendo y volteaban hacia mí.

No podía tolerar no conseguir respuestas y seguir fingiendo que todo estaba bien cuando mi cuerpo era la viva prueba de que no mentía. Así que decidí encarar a Charlie, sabía que él podía ayudarme y que a pesar de que era ya un miembro importante de la Fábrica antes que eso, él era mi amigo.

Cuando llegué, él ya se encontraba ahí. Estaba sentado en el sofá de la estancia vestido demasiado formal para su gusto. Ya no traía el atuendo usual de trabajo. Tenía la vista fija en el suelo y justo en el momento en que cerré la puerta principal, escuché su voz.

—Hola Helga —murmuró vacilante. Algo nada común en él. Comenzó a acercarse a mí con pasos firmes y su figura se fue tornando cada vez más amenazante. Dubitativa, fui retrocediendo lo más que pude hasta topar con la pared.

—Charlie, ¿qué haces en casa antes de la Hora? —pregunté intentando mantener la calma.

—Helga, ¿desde cuándo tienes dañado tu implante? —atacó ignorando mi pregunta.

—¿Cómo sabes que tengo dañado mi implante si la Fábrica lleva el control de nuestros implantes?

—Te he hecho una pregunta —me interrumpió deteniéndose finalmente a un metro y medio de mí.

—Yo también te pregunté algo.

—¿Cuándo me contarías sobre tus moretones o sobre el accidente que tuviste la otra noche? —interrogó aún con una sonrisa en el rostro que estaba comenzando a asustarme —¿Cuándo planeabas decirme que conspiraste contra el Proyecto?

Finalmente pude ver que quien estaba ahí parado frente a mí no era Charlie Henderson, mi compañero y amigo, era sólo un cascarón. Lejos estaba el chico que había prometido sacarnos de este programa y buscar hacer un cambio. Frente a mí sólo estaba el reflejo de alguien corrompido por el poder y una superación mal enfocada.

—¿Cuándo planeabas decirme que ya no eres Charles Henderson? ¡Qué buen trabajo has hecho en convertirse cada vez más en un robot!, ¡eso era lo que ellos querían!

Justo en ese momento forcé a mis piernas a que me dieran todo lo que pudieran y corrí fuera su alcance. Lo más cercano que encontré fue el baño. Me encerré en él y me eché a llorar. Los frenéticos golpes a la puerta iban a ritmo con mis hipidos. Sabía que Charlie sería incapaz de golpearme, pero podía entregarme a la Policía y eso sería mi fin. Entonces me encontré con el dije que Charlie me dio y lo que hice fue quitármelo para verlo detenidamente. Claro que me pregunté si lo que los atacantes buscaban era el dije. Vi que en la parte de abajo tenía una pequeña muesca y que al presionarla salía un pequeño lente de contacto parecido al implante ocular. Me lo puse en el ojo derecho, justo el único que me funcionaba. En el momento en que entró en contacto con mi ojo, sufrí una pequeña descarga eléctrica. Pronto supe que estaba pasando. Frente a mí apareció una carta que iba dirigida a mí de parte de Charlie. En ella, detallaba todo lo que estaba pasando. El Proyecto había estado en peligro de ser terminado porque en Sídney un grupo de rebeldes había atacado las instalaciones y buscaban derrocar todo intento de que MARS gobernara por fin una nación. Para salvar la información privada de la empresa, se fueron remplazando parte por parte a los integrantes del proyecto hasta que dejaron de ser personas y se convirtieron en robots. Siendo máquinas MARS podía reclamar que eran propiedad industrial y así evitar que los rebeldes se llevaran información valiosa. Charlie había descubierto esto y sabía que era peligroso. MARS había impedido que se fuera con la información permitiéndole cada vez más y más acceso. Mis ojos comenzaron a inundarse en lágrimas mientras me daba cuenta de que todo eso había pasado frente a mí y no me había dado cuenta. Sus cambios de humor, su malestar, esa sonrisa que casi parecía dar escalofríos; todo se debía a que lo estaban robando de una parte de su humanidad. Todas las personas que iban desapareciendo poco a poco era porque estaban siendo reemplazadas por máquinas. Los grandes bloques negros eran los servidores que mantenían en marcha a los robots. Lo peor de todo fue darme cuenta de que todo ese tiempo estuve perdiendo a mi mejor amigo en silencio. Él no podía pedirme ayuda, aunque siempre estuve ahí. Nunca más iba a poder escuchar sus chistes malos. Nunca más iba a poder pasar horas y horas escuchando sus pláticas de astronomía que tanto le fascinaban y que jamás logré entender. Pero, sobre todo, nunca más iba a poder ver sus hermosos ojos café chocolate. La puerta de madera no resistió mucho tiempo a los golpes que le daba el otro Charlie.

—Podemos hacer esto por las buenas, Helga —habló amenazante—. Puedes cooperar con MARS y no tendrás que convertirte en máquina… al menos no más de lo que ya eres. Fue así como comencé mi camino a encontrarlo, volviéndome amiga de mi enemigo. Albergaba la esperanza de que Charlie se encontrara en alguna parte del mundo trabajando para MARS y que esta carcasa fuera solo un reflejo de lo que era él.

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