Lo que el futuro nos depara

Por: Kevin Ignacio Lara Galván

El mundo era la cuna de la humanidad, pero su lugar está en las estrellas. Estas palabras serían recordadas por las generaciones futuras que nunca pisaron la Tierra. El consumismo desmedido y la industrialización habían ocasionado que ciertas zonas en el globo fueran inhabitables. Era más fácil hablar de movilizaciones masivas de personas a lugares con buenas condiciones, que tratar de revertir los daños hechos. Ciudades que antes eran sitios vibrantes, ahora eran urbes de constante detrimento social. La cada vez más pronunciada escasez hídrica y la supuesta seguridad alimentaria ocasionaban revueltas y manifestaciones en diversas partes del mundo. La tecnología había crecido de maneras nunca antes vistas.

A este ritmo, solo le quedaban pocas décadas de vida al planeta. La sobrepoblación afectaba a las grandes urbes, incluso en los países mejor desarrollados. La Agencia Espacial Internacional había descubierto, de la mano de poderosos telescopios y satélites que han salido de órbita, numerosos planetas con las condiciones idóneas para ser poblado por humanos. Marte no era una opción viable a pesar de su cercanía, pues la falta de una atmósfera como la de la tierra y su suelo infértil lo volvía un proyecto demasiado ambicioso, a pesar de que fuera posible cultivar de manera artificial.

Era una época donde los viajes espaciales eran más que turísticos, significaban trabajos bien remunerados donde la minería espacial y los estudios planetarios eran los más destacados. Éste último cobraría tal importancia que salvaguardó el futuro de la humanidad. Muchas de esas investigaciones eran comandadas por expertos en el tema y astronautas que habían servido en misiones espaciales, pero la inteligencia artificial era quien más rápido y eficiente podía encontrar la información que se buscara. Sí, era tardado, pero cada vez se sentía que el nuevo hogar de la especie humana sería encontrado.

Y así fue, el 23 de mayo de 2245, entre multitud de planetas candidatos, se escogió al planeta definitivo, el llamado Kepler 2NBJ65. Se convocaron reuniones y conferencias de una magnitud que no se habían visto antes, pues correspondía a la decisión de la humanidad en sí, no de sus fronteras, países y corrientes de pensamiento. Y aunque la decisión fuera tomada, tomaría su tiempo en que esa alternativa se convirtiera en una realidad. La distancia hacia el nuevo hogar daba en qué pensar, se volvió el dolor de cabeza de físicos cuánticos, ingenieros espacio materiales, los inversores del proyecto y gestores de las empresas orbitales. Los cohetes y naves espaciales pasaron de ser reutilizables o ser complejas máquinas y vehículos que podían viajar a grandes velocidades y distancias, el CERN había logrado manipular la antimateria para su uso en combustibles de modo que fuera rentable su utilización.

Era un proyecto sin precedentes. No se trataba de transportar a toda la raza humana al planeta elegido, pues era una labor tan imposible como los viajes en el tiempo, hazaña que diversos medios y escépticos del tema clamaban que fuera hecho, para evitar de gran manera las desgracias que aprisionaban al planeta por aquellos años, pero ni con todos los avances en el campo se tenía ni una pista de cómo realizar tales emprendimientos temporales. Era un proyecto enfocado a garantizar la existencia de la vida humana a lo largo del espacio, y que sirviera de preámbulo para futuras generaciones.

Paralelamente al desarrollo de las billonarias naves que llevarían al hombre por el cosmos, múltiples sondas fueron enviadas al nuevo planeta para determinar el lugar de aterrizaje. Había cuerpos de agua mucho más grandes que nuestros océanos, en su mayoría se trataba del equivalente a agua dulce. No era la primera vez que el humano se topaba con vida en otros planetas, muchos eran microorganismos o seres con funciones básicas, y uno que otro con anatomía y necesidades más complejas, como algunos de los animales del mundo que pasaría a ser nuestro viejo hogar. En Kepler 2NBJ65 se determinó que las especies existentes representaban poco riesgo al humano, pero se seguía ignorando un tanto sus efectos de exposición a largo plazo. No sabíamos si debíamos estar agradecidos o temerosos de que a la fecha no se haya encontrado una civilización con vida inteligente fuera de la Tierra, pues, aunque fuera un gran cambio y descubrimiento en la historia, no sabríamos cómo lidiar con ello.

Años de investigación y desarrollo fueron de muchísima utilidad para la ejecución de este proyecto tan ambicioso. El proceso de selección fue tan complejo como que no solo consistió en gente conocedora del tema y preparada en diversas áreas, sino personas aptas físicamente para emprender el viaje espacial más importante hasta la fecha. Entre las miles de personas que fueron seleccionadas, Daniel era uno de ellos. Con ingeniería agroespacial y experto en diversas áreas del saber como electricidad espacial y filtrado de aire, había residido un tiempo en las colonias sofocantes y complejas del planeta rojo. Ya conocía cómo era estar en el espacio y en condiciones adversas distintas a la Tierra. Estaba consciente de que era un viaje sin retorno, y que debía estar preparado en todos los sentidos. Era el renacer de la especie humana, solo que, en otra parte del universo, el inicio de su conquista de nuevos y extravagantes planetas.

Llegó el día que tanto fue esperado. Billones de personas presenciaron el evento más importante de sus vidas. 5 costosísimas, complejas y enormes naves con capacidad de 1000 personas cada una serían lanzadas al espacio en su ida a nuestro nuevo hogar. Aunque la Agencia Espacial Internacional presumiera de su ambicioso proyecto diciendo que todo estaba bajo control, nada garantizaba que la totalidad de las naves y pasajeros llegaran a Kepler. Cargados con el combustible de antimateria, provisiones en proporciones que superaban las reservas alimenticias de varios países juntos y tantas camas criogénicas como pasajeros, pues el viaje, a pesar de las limitaciones tecnológicas, se pudo reducir a un estimado de 12 años y 5 meses. Se contempló que toda la tripulación fuera despertada cada año durante breves periodos de tiempo para verificar su estado de salud y atender en medida de lo posible quienes hayan sido afectados por el viaje.

Daniel estaba en la nave, a punto de ingresar a la capsula donde pasaría poco más de una docena de años. Recordó a su familia quien lo apoyó enormemente, a su robot de compañía que había estado desde su niñez. Extrañaría lo poco de verde que quedaba en el planeta y su aire fresco en pocas partes, pero estaba convencido que estaba unido a los esfuerzos de preservar la especie más allá del sistema solar.

Todos sabían que era un viaje sin retorno. A pesar de las grandes ventajas tecnológicas, las distancias eran enormes y establecer comunicación entre la Tierra y lo que sería la nueva civilización, tomaría años en enviarse la información. Estarían completamente por su cuenta en un planeta que ningún ser humano había pisado, pero del que estaban convencido que sería el idóneo para vivir.

Y despegaron, las naves salieron de órbita en poco menos de 2 minutos. Los seleccionados veían como se alejaban a velocidades vertiginosas de lo que alguna vez fue su hogar, preparándose para ingresar a las camas criogénicas. Daniel, a pesar de haber cumplido con todos los requerimientos y entrenamientos, le generaba incertidumbre el saber si en verdad en 12 años llegarían a ese planeta que tanto habían mencionado. Ya estando en el espacio y a miles de kilómetros de la Tierra, no tuvo más opción más que ingresar a su cápsula y someterse a un profundo sueño que duraría un año. Al cabo de ese tiempo, todos los tripulantes de su nave, la XTZ03 despertaron al unísono. Fueron evaluados médica y nutricionalmente. Daniel solo sintió como si hubiera sido uno de esos sueños largos cuando terminaba con sus agotantes labores en Marte. Pudo ver por una de las ventanas de la nave y apreció la bóveda celeste, rodeado de incontables estrellas. Las órdenes fueron dadas, todos debían regresar a su cápsula. Daniel estaba seguro de que llegarían a su nuevo hogar, pero tenía miedo de que algún infortunio sucediera, porque a pesar de que habían más naves a la par, no se detendrían para ayudar, seguirían con la misión.

Esto mismo ocurrió por los siguientes 11 años, hasta que pusieron de sobre alerta a todos los tripulantes de las 5 naves. Estaban a solo días de llegar a su nuevo hogar. Fueron liberados de sus cápsulas y debían comenzar con los preparativos de su aterrizaje. Daniel no conocía a nadie más de la nave, sin embargo, se dispuso a entablar conversaciones con los demás. Escuchó de las expectativas y emociones de los demás al estar en el planeta Kepler, y en parte eso lo animó mucho más a querer pisar nuevas tierras. Por las ventanas veían la imponente estrella que gobernaba aquel sistema planetario, compuesto por 17 planetas descubiertos hasta la fecha, la mayoría rocosos, y una cantidad desconocida de lunas y cuerpos celestes, incluso entre ellos se pusieron a nombrar a sus vecinos astrales que serían el nuevo objeto de estudio de esa civilización. Las tres lunas de Kepler ya tenían sus nombres, y les generaba curiosidad cómo sería vivir en un planeta con tales condiciones.

Al poco tiempo divisaron por las ventanas un planeta enorme, azulado y con tonos verdosos y naranjas, con extensiones terrestres demasiado grandes. A muchos se les heló el cuerpo al ver frente a ellos su nueva realidad. Cada nave liberó un satélite que les servirían para comunicarse entre ellos una vez estando en tierra. Las maniobras del ingreso a órbita se ejecutaron al pie de la letra y ninguna de las naves tuvo impedimento en aterrizar. Todas aterrizaron en diferentes puntos y estaban rodeadas de cuerpos de agua que, si bien no era potable, contaban con los medios para purificarla, beberla y usarla. Veían cómo lo que parecían ser árboles y vegetación distaban mucho de asemejarse con los de la Tierra, pero eso no le quitaba lo impresionante de sus formas y colores.

El descenso fue autorizado en cada una de las naves. Daniel tal vez no fue el primero en pisar de entre toda su tripulación el nuevo planeta, pero se sentía asombrado por los cielos y lo que parecían ser nubes de tamaños colosales, a simple vista veía dos de las lunas y al planeta hermano. Efectivamente, la noción del tiempo sería muy distinta para ellos, pues el concepto de día y noche no eran de 24 horas, pues se sabía que los días aquí duran aproximadamente 52 horas y el planeta completaba su rotación en un estimado de632 días terrestres. La gravedad se sentía ligeramente distinta, la mayoría decía que se sentían más livianos, otros tantos decían que era porque perdieron peso durante el viaje.

Las naves por sí solas eran como pequeñas ciudades metálicas que proveían de todo lo necesario, pero no todos los recursos eran infinitos. Muchas semillas habían sido traídas y embriones de especies animales, que había que adaptar a las nuevas condiciones. La exploración era muy limitada al principio y todos debían portar sus equipos de protección personal. Daniel veía como cada vez las restricciones eran más laxas, pero debían apegarse a las normativas para evitar accidentes. Claramente debían empezar desde cero, contaban con muchas herramientas tecnológicas que facilitarían su vivencia, pero si querían que el planeta se asemejara a la civilización de su anterior hogar, era algo que tomaría demasiado tiempo.

Aunque con retraso, la noticia fue recibida en la Tierra: el ser humano había pisado un planeta más y se quedaría vivir ahí indefinidamente. Al pasar los años Keplerianos iban haciendo nuevos descubrimientos, encontrando materiales y recursos que en la tierra no existían, consumían los frutos locales tras determinarse en las naves que eran propicios para ser comidos, las primeras viviendas habían sido construidas con ayuda de arquitectos e ingenieros espacio materiales. Su estrella madre proveía de suficiente energía a las poderosas celdas solares de las naves y las que habían instalado en otros sitios. La ganadería y agricultura fue adaptada con complicaciones, pues principalmente los cultivos debían crecer en un suelo distinto y a otras condiciones lumínicas. Comprendieron que las especies locales debían tratarse con sumo cuidado pues se seguían estudiando sus conductas y patrones. Las primeras generaciones irían pisando ese nuevo hogar y escuchaban a sus padres del mundo de donde venían. Los primeros caminos fueron trazados y puestos en comunicación para conectar a los otros poblados. La economía se estaba reinventando, con una divisa que prometía ser muy rentable. Daniel veía como todo iba creciendo progresivamente, se hizo de amigos y conoció a quien cree que puede ser su prometida. Todos cooperaban, nadie se quedaba atrás, estaban conscientes que ellos serían los sucesores de la especie humana. Aunque motivado, lleno de ideas y esperanzas, se hacía la pregunta que muy pocos habían pensado. ¿Cuánto tiempo pasaría en el nuevo planeta para que se repita la historia de la Tierra?

Deja un comentario