Viajero por accidente

Por: Julio Guzmán Cruz

Es un viernes por la noche en Tampico, el cielo está tapado por las nubes, hace más calor de lo habitual y el ambiente está bastante húmedo. Podríamos pensar que los jóvenes de hoy siempre tienen planes para este día en específico, como salir de fiesta.  Si bien esto ocurre la mayoría de las veces, no lo veremos hoy, en la única casa con la luz prendida, hay alguien yendo en contra de estas creencias.

Tenemos a un joven estudiante de ingeniería llamado Edgar. Edgar se encuentra trabajando en la soledad de su habitación, tratando de reproducir uno de los experimentos científicos que hizo uno de sus más grandes ejemplos a seguir, la bobina de Nikola Tesla. Todo parece estar listo, procede a conectar el enchufe al contacto y la bobina funciona con éxito, acerca un foco a la misma y este es encendido por la energía que hay en el aire.

Mientras se encuentra jugando y haciendo pruebas con su experimento, comienza a llover bastante fuerte, al parecer, estaba pronosticada una fuerte tormenta eléctrica. Edgar, preocupado porque entre agua a su habitación, se levanta de su escritorio y cierra la ventana, olvidando que dejó conectada la bobina. En ese preciso instante, cae un rayo e impacta directamente el poste fuera de su casa. Fue tan fuerte que el poste se incendió, además, notó como su bobina comenzó a desprender rayos descontroladamente.

Arriesgando su vida, se lanzó al suelo cayendo cerca del enchufe para desconectarla. Esto no funcionó, los rayos no paraban de salir y las paredes de la habitación comenzaron a crujir, parecía que la casa entera se iba a derrumbar. Edgar se puso unos guantes de protección y tomó la bobina con ambas manos, apretándola e intentando cubrir cualquier desprendimiento de un rayo.

Esto no surtió efecto, comenzó a sentir demasiado calor y la energía era tanta que su cuerpo entero comenzó a vibrar. Inclusive, cruzó por su mente la idea de que estos podrían ser sus últimos instantes en este mundo. Vio pasar en un segundo su vida entera: el día que sus papás le enseñaron a andar en bicicleta, las interminables aventuras con su hermano menor, su primer viaje familiar, la emoción de abrir los regalos en navidad, el nerviosismo por el primer día de clases y la tristeza de haberse ido a vivir lejos de su familia por ir a la universidad. Lo único que le quedaba, seguir apretando con fuerza la bobina, cerrar los ojos y esperar lo peor.

De un momento a otro, aún con sus ojos cerrados, dejó de sentir las vibraciones, todo estaba en completa paz ahora. Edgar abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en un lugar completamente diferente, inclusive, en un tiempo ajeno al suyo. El suelo estaba lodoso, había piedras enormes por todos lados, hacía bastante calor, el cielo era un tanto amarillento y se escuchaban bastantes sonidos de la naturaleza.

“No puede ser, he viajado en el tiempo, y todo por culpa de esta chatarra. Pero ¿por qué a esta época en específico?”, dijo Edgar cayendo en cuenta de que había viajado en el tiempo gracias a su bobina y el rayo que impactó fuera de su casa. Continuó pensando el motivo por el que acabó en dicha época. “¡Claro! Lo último que vi antes de cerrar los ojos fue mi poster de la era prehistórica.” Concluyó que la bobina, al ser altamente energizada, podía funcionar como una máquina del tiempo, siempre y cuando se tenga bien sujeta con las manos y cuidar bien lo último que se mire antes de cerrar los ojos.

Notó que la bobina desprendía una inusual luz morada, al parecer esta misma seguía cargada y Edgar tenía la posibilidad de volver a su presente, pero aún no sabía cómo activar el viaje de nueva cuenta. “Como en Volver al Futuro y esas típicas leyes de los viajes en el tiempo, trataré de no alterar nada en el pasado, que es mi actual presente, para no modificar mi presente real, que ahora mismo es mi futuro”, Edgar se comprometió a esto mientras seguía caminando alrededor de la época prehistórica intentando no mover nada de lugar y mucho menos matar algún insecto.

El cielo se comenzó a tornar rojizo, parecía que había una lluvia de estrellas, pero era de día. “Qué curioso, nunca había visto algo así”, dijo Edgar extrañado mientras veía como trozos de meteoritos cruzaban la atmósfera terrestre y se estrellaban contra el suelo. “Dios mío, no puede ser, volví al día de la extinción de los dinosaurios, justo mi póster tenía a los dinosaurios huyendo aterrorizados de los meteoritos.” Lo único que le quedaba hacer, correr por su vida y cubrirse para entender cómo activar la bobina y viajar hacia adelante en el tiempo.

Continuó corriendo, sentía que le era difícil porque todo el suelo estaba cubierto por una gruesa capa lodosa, además, tenía que esquivar a los dinosaurios que se atravesasen en su camino. “Se ve genial ese velociraptor en persona, pero no es tiempo para detenerse a verlo correr”, decía Edgar mientras apresuraba el paso.

Sin previo aviso, sintió como la bobina comenzó a calentarse como la vez anterior. “Asombroso, aquí viene otro viaje”, desafortunadamente, Edgar se atoró con una rama y dejó caer la bobina, la cual comenzó a desprender rayos. Sabía que el viaje estaba a punto de ocurrir, estiró su brazo lo más que pudo para alcanzarla, la apretó con ambas manos y se percató de algo, “Ay no, mi crucifijo se cayó.” Comenzó a sentir demasiado calor en sus manos y todo su cuerpo comenzó a vibrar, era tiempo. “Bueno, creo que conoceré a Jesús”, dijo Edgar justo antes de cerrar los ojos.

De nueva cuenta, todo estaba en paz y completo silencio. Podía sentir que el ambiente era cálido, un tanto desértico por la arena que volaba y rozaba su piel. No quería abrir los ojos por temor a que no fuera la época pensada, “Por favor, que esté en los tiempos de Jesús”. Se armó de valor y decidió abrir los ojos. Había algunas casas bastante rústicas, tenían techumbres de lona y no tenían puertas ni ventanas, parecían estar hechas de barro. Además, algo no cuadraba en el entorno, a lo lejos se escuchaban gritos de personas. Edgar decidió seguir el origen del sonido para determinar el momento exacto en el que se encontraba.

Efectivamente, dio con una multitud de personas, la cual, estaba en la esquina de una callejuela alrededor de algo. Edgar se aproximó, pero a pesar de la cercanía, no lograba entender lo que decían, hablaban en un idioma desconocido para él. Se abrió paso entre la gente y logró ver que en el centro de la multitud había un hombre empapado en sangre, el cual, estaba cargando una cruz. Edgar tenía ante sus ojos a Jesús de Nazaret en su vía crucis, eran sus últimas horas de vida. “Es hoy, hoy es la crucifixión de Jesús. Claro, mi crucifijo tenía a Jesús clavado.”, dijo Edgar mientras Jesús se desplomó justo delante de él.

“No, no puedo intervenir en esto, no puedo salvarlo, podría alterar mi presente real.”, pensó Edgar apartándose del camino de Jesús. Una mujer se acercó a Jesús e intentó limpiar la sangre que escurría de su rostro, era tanta que ya no estaba limpiando nada. Edgar recordó que en el bolsillo cargaba un pañuelo limpio. “Si se lo doy, podría alterar algo. ¡Tengo una idea! Con la foto familiar que tengo en mi billetera sabré si algo cambia en mi vida.” Edgar le dio su pañuelo limpio a aquella mujer para limpiar el rostro de Jesús.

En ese preciso instante, notó que lo único que cambió en su foto familiar fue el fondo utilizado en el estudio de fotografía. “Bueno, creo que puedo vivir con eso”, pensó Edgar cuando comenzó a sentir que la bobina se estaba calentando de nueva cuenta. “Perfecto, es hora de irme”. Edgar cruzó miradas una última vez con Jesús de Nazaret y procedió a alejarse del lugar para evitar que los rayos que se producen antes de cada viaje, le hicieran daño a alguien.

Mientras más se alejaba, la bobina entraba en calor y comenzaba a desprender rayos. Sujetándola fuerte con sus manos, recordó la foto familiar que tenía, “Claro, puedo volver a ese instante, está cada vez más cerca de mi presente real.” Sacó la foto, la sujetó entre la bobina y su mano, la miró y cerró los ojos cuando todo su cuerpo comenzó a vibrar, “Aquí vamos otra vez”, dijo Edgar mientras realizaba el salto temporal.

Con los ojos cerrados, Edgar pensó “Por favor, espero no haberme equivocado y me haya ido a otro tiempo”. Como era costumbre, abrió los ojos con temor a que no fuese el tiempo que buscaba. Se dio cuenta de que estaba en el estudio fotográfico donde fue tomada la foto. Se tenía a él mismo, a sus papás y a su hermano menor justo delante de él, pero todos, un poco más jóvenes de lo que eran en su presente real. “¿Te conozco de algún lugar?”, dijo el papá de Edgar. “No creo señor, probablemente me está confundiendo con alguien más”, dijo Edgar evadiendo un el continuar la conversación.

Edgar se percató de que la luz que tenía la bobina desde que quedó cargada ya no brillaba con la misma intensidad “Ay no, debo volver de urgencia a mi presente real, o puedo quedar atrapado aquí para siempre.” Edgar decidió salir del lugar e intentó ubicarse en el vecindario. “El orden de las calles está diferente, tal vez fue uno de los cambios que provoqué por el pañuelo. Debo encontrar mi casa pronto”, dijo Edgar mientras corría tratando de ubicarse espacialmente.

Logró dar con la casa que estaba en la esquina de su calle en su presente real, “Excelente, mi casa debe estar cerca”, pensó Edgar mientras recorría su calle. Efectivamente, encontró su casa, pero él y su familia de esa línea temporal no vivían ahí “Aquí no es, viven unos ancianos”, sino en la casa de al lado “¡Lotería! El coche que tenía mamá es el mismo en esta línea temporal y lo tiene estacionado afuera”, dijo Edgar mientras se apresuraba a entrar a la casa.

“No puedo entrar, todo está cerrado”, dijo Edgar mientras entraba en desesperación. “¡Papá tenía una llave escondida en el patio trasero!”, recordó Edgar y corrió al fondo de la casa para buscar la llave. “Tenía que ser, debajo del tapete, este hombre no se complica nada en cualquier línea temporal”, dijo Edgar alegrado y listo para entrar a la casa.

En ese preciso instante, sintió como la bobina comenzaba a calentarse “Me queda poco tiempo, este será mi último viaje”, dijo Edgar mientras subía las escaleras corriendo. Entró a su habitación y dijo “Debo encontrar algo que me lleve a mi presente real”. Comenzó a buscar en todos los cajones, sin encontrar algo que le fuera útil. La bobina estaba comenzando a lanzar sus primeros rayos “Date prisa, debe haber algo por aquí.” No le quedó otra opción más que tener a la misma bobina como referencia para volver a su presente real. “Si regreso al momento exacto en que viajé en el tiempo por primera vez, se hará un bucle temporal. Yo podré seguir con mi línea y mi yo que está a punto de viajar no se va a topar conmigo en su presente, así puedo evitar un fallo espacio temporal.” Le tomó una fotografía a la bobina con una cámara que tenía su papá, la miró, sujetó con fuerza la bobina real y cerró sus ojos cuando su cuerpo comenzó a vibrar. “Por favor que sea el último viaje”.

Con los ojos cerrados, pudo sentir como el suelo en el que estaba parado estaba temblando y percibía destellos que atravesaban sus párpados “Volví, aquí fue cuando viajé por primera vez.” Sin dudarlo, soltó la bobina y cubrió su rostro para que su otro yo no lo mirara. De pronto, todo quedó en silencio y Edgar decidió abrir los ojos. “Con que esto sucedió después de irme de viaje”, dijo Edgar aliviado. Notó que la bobina todavía podía soportar otro viaje, aún tenía la luz encendida. No se lo pensó ni un instante y la destruyó con un martillo. Todo parece indicar que Edgar volvió a su línea temporal original, únicamente afectó aquella línea donde estaba su familia que vivía en una casa diferente, prueba de esto es que la fotografía familiar que guardaba volvió a tener el fondo que tenía en un principio. “Creo que soy el primer hombre en viajar en el tiempo por accidente”, dijo Edgar mientras tiraba los restos de su bobina a la basura.

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