El autobús eterno

Por: Dante Hiram Loo Dávila

En un día soleado de verano, Daniel se despertó con la mente puesta en un solo pensamiento: su examen de Prácticum. Estando ya en el segundo parcial, sabía que este examen determinaría su promedio para obtener una buena calificación en el ordinario. Se levantó temprano, repasó sus notas una vez más y se preparó para dirigirse hacia la universidad.

Sin embargo, al llegar a la parada de autobús, Daniel notó algo extraño: no había ningún autobús a la vista. Miró su reloj y se dio cuenta de que llegaría tarde si no aparecía ninguno pronto. El nerviosismo comenzó a apoderarse de él mientras esperaba impacientemente.

Los minutos pasaron, pero los autobuses parecían estar en huelga ese día. Daniel miraba ansiosamente cada vehículo que se acercaba en la lejanía, solo para decepcionarse al ver que no era el que necesitaba. Sus manos comenzaron a sudar, y su mente se llenó de preocupación por llegar tarde al examen.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un autobús apareció en el horizonte. Daniel sintió un destello de esperanza y agitó frenéticamente su mano para hacer que el conductor se detuviera. El autobús se detuvo y Daniel subió rápidamente, agradecido de que finalmente haya llegado su autobús.

El interior del autobús estaba lleno de gente apresurada, pero Daniel apenas lo notó. Mientras el vehículo avanzaba por las congestionadas calles de la ciudad, él miraba ansiosamente su reloj, esperando que el tiempo transcurriera más rápido. «Por favor, lleguemos a tiempo», murmuró para sí mismo, sintiendo el peso del examen sobre sus hombros.

Su mente seguía repasando los detalles del proyecto en el que él y su equipo habían estado trabajando. Aunque el profesor no había revelado específicamente el contenido del examen, Daniel sabía que el proyecto sería una parte importante de él. «Debo estar preparado para cualquier cosa», se recordó a sí mismo, tratando de mantener la calma mientras el autobús se detenía y avanzaba por el tráfico.

Mientras estaba inmerso en sus pensamientos, Daniel sintió una mano en su hombro y se volvió para encontrarse con la mirada preocupada de su compañero de equipo, Luis. «¿Cómo estás, Daniel? Pareces un poco tenso», dijo él con una voz suave.

Daniel suspiró, sintiendo un poco de alivio al ver a un conocido en medio de la tensión. «Estoy bien, Luis, solo un poco nervioso por el examen de hoy», admitió, sintiendo cómo se disipaba un poco la presión al compartir sus preocupaciones con alguien más.

Luis asintió comprensivamente. «Lo entiendo, todos estamos un poco nerviosos. Pero sabes que hemos trabajado duro en el proyecto, ¿verdad? Estoy seguro de que lo haremos genial», dijo con confianza.

Daniel asintió, agradecido por el apoyo de su amigo. «Gracias, Luis. Realmente aprecio tus palabras», dijo con una sonrisa reconfortante.

La conversación con Luis ayudó a calmar los nervios de Daniel mientras el autobús continuaba su camino hacia la universidad. A medida que se acercaban a su destino, su mente se aclaró. Sabía que independientemente de lo que el examen trajera consigo, él y su equipo estaban listos para enfrentar el desafío juntos.

Cuando finalmente llegaron a la parada de la universidad, Daniel y Luis se dirigieron apresuradamente hacia el salón de clases donde darían fin a ese examen por el que habían conseguido llegar a tiempo, dando lo mejor de sí mismos para aprobarlo.

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